viernes, 21 de septiembre de 2012

* PERFILES: Alicia López López


Alicia López, Cochranina de Corazón

Su risa es una de sus características principales: sonora y contagiosa nos anuncia que Alicia está presente.

Alicia López López, asistente administrativa de la Defensoría Local de Cochrane, es oriunda de Viña del Mar donde vivió hasta los 29 años. Poco antes conoció a quien hoy es su marido y padre de sus cuatro hijos y cuando su hijo mayor, Marquito, tenía poco más de dos meses de edad se trasladaron hasta Cochrane, donde echaron raíces y proyectan la vida familiar.

Alicia trabaja en la Defensoría Penal desde que esta comenzó su funcionamiento, en el año 2002.

Madre de cuatro hijos: Marcos de 17 años, María de 16, Priscilla de 13 y Nataniel – de 33 años -  hijo del primer matrimonio de su marido, a quien ama como si fuera propio.

¿Cómo conoció a Marcos, su media naranja?
Tenía 28 años cuando conocí a mi marido. Lo conocí por intermedio de la Iglesia. En ese tiempo me gustaba un hermano de él, pero nunca pasó nada porque faltaba esa química, pero cuando  conocí a Marcos fue diferente a pesar que para mi no era tan atractivo  tenia algo especial que me cautivo. Con mi marido, que es 9 años mayor que yo,  fuimos amigos primero, hasta que un día me encontré mirándome al espejo arreglándome más que de costumbre para salir con él y me di cuenta que me gustaba en serio. De ahí pasó el tiempo y ya llevamos 19 años juntos.

¿Su primer hijo nació en Viña del Mar?
Sí. Nació en Viña, pero no nada fácil, porque en el hospital se demoraron demasiado en atender mi parto. Estuve varios días con contracciones  hasta que se decidieron a hacerme una cesárea, en la que sufrí un ataque cardíaco. Por la demora en sacar a mi guagua y como venía con el cordón enrolladito en el cuello, mi hijo estuvo muy mal, con un pronóstico de muerte, estuvo en la UCI y cuando comenzó a mejorar, los médicos me dijeron que si vivía él nunca sería normal. Con ese pronóstico nos fuimos a Cochrane con nuestro hijo. Con el tiempo nos dimos cuenta que los médicos estaban equivocados, gracias a Dios, porque mi hijo hoy tiene 17 años y no tiene ningún problema.

¿Cómo fue la llegada a la región?
Cuando Marquito tenía dos meses y medio de nacido nos fuimos a vivir a Cochrane, porque allá vivían los padres de mi marido y nosotros necesitábamos estar más tranquilos como familia. Con mis suegros vivía Nataniel, el hijo del primer matrimonio de mi marido, y que hoy es mi hijo también.
Tardamos siete días en llegar porque nos vinimos por Argentina. Fue un viaje largo y agotador, encima nos quedamos botados por allá hasta que pudimos arreglar el vehículo y seguir.
Yo no conocía Cochrane, pero cuando finalmente llegamos me gustó, lo encontré bonito. Además que siempre quise vivir en un pueblo chiquito, como de campo. Lo único que no me gustó fue el frío, porque era muy intenso, nos acostábamos con mi hijo y marido para no pasar tanto frío.

¿Tengo entendido que tiene un pasado muy deportista?
Fui doce años ciclista. La Iglesia Pentecostal de Viña, a la que yo pertenecía, tenía un cuerpo ciclista y con ellos  recorrí gran parte de Chile: por el norte hasta Chañaral y por el sur hasta Puerto Montt.
Comencé a los 16 años aproximadamente. Nuestra labor era ir a predicar a lugares alejados en bicicleta; además nos reuníamos cada tres meses en alguna iglesia, y una vez al año se hacía un evento más grande, en un lugar del país donde venían los ciclistas de distintas partes de Chile y de Argentina. El viaje a dónde fuera la reunión lo hacíamos siempre en bicicleta. Pasábamos hasta ocho horas pedaleando.

¿Algún hobby?
Ver películas con mi familia, comiendo cosas ricas y tirados en mi cama. Además canto: formé parte de un dúo desde los 15 años hasta que me fui a Cochrane; recorrí casi todo chile cantando siempre dentro de la iglesia, eso sí, toco la mandolina y dirijo el coro de niños de la Iglesia. No estudié música formalmente pero me gusta inculcar la música a los niños.
Recibimos a niños de toda edad, sean o no de la iglesia. En invierno, después de los ensayos, me los llevo a mi casa a tomar once, mientras ven alguna película de monitos.



 ¿Qué es lo que más le gusta de trabajar en la defensoría?
Que me siento útil a las personas.
A mi me gusta que la gente se sienta grata al entrar a la Defensoría y los puedo ayudar en el problema legal que tienen, y también - a veces - aconsejar. Yo veo que en Cochrane hay mucha gente con falta de afecto y que ha llegado a infringir la ley.
Como yo tuve una infancia difícil, eso me ha hecho entender que si algunas personas hubieran vivido en una mejor situación en su niñez, hoy no estarían como imputados. Por eso me gusta aconsejarlos y ayudarlos.

¿Qué sueño tiene por concretar en su vida?
Yo no me veo fuera de Cochrane. Me gustaría que la microempresa dedicada al hospedaje, que estamos formando con mi familia,  se lograra consolidar y crecer con el tiempo,  de manera de que se transforme en un centro recreacional  de calidad, con todos los servicios que podamos ofrecer.
Veo a mis hijos estudiando carreras que se relacionen con este sueño, de manera de que sea una empresa familiar.
El otro sueño que tengo, pero para el que necesitaría mucha plata,  es tener un hogar de niños y adolescentes porque veo que en Cochrane hay muchos niños a los que les falta afecto. A veces los envían a hogares de menores en Coyhaique y las familias no tienen plata para venir a verlos, entonces sufren.
Por mi experiencia de vida, sé que con afecto cualquiera puede llegar a ser una buena persona.
Me gusta mucho la frase de Teresa de Calcuta que decía “si ustedes no quieren a los niños, dénmelos a mí”.  Yo siento eso. Sé que por la ley es muy difícil, pero ante tanto caso de abandono me dan ganas de decirle a los padres que abandonan o son negligentes, que si no quieren a sus hijos, me los den a mí y yo los voy a querer.