Alicia López, Cochranina de Corazón
Su risa es una de sus características principales:
sonora y contagiosa nos anuncia que Alicia está presente.
Alicia López López, asistente administrativa de la
Defensoría Local de Cochrane, es oriunda de Viña del Mar donde vivió hasta los
29 años. Poco antes conoció a quien hoy es su marido y padre de sus cuatro
hijos y cuando su hijo mayor, Marquito, tenía poco más de dos meses de edad se
trasladaron hasta Cochrane, donde echaron raíces y proyectan la vida familiar.
Alicia trabaja en la Defensoría Penal desde que
esta comenzó su funcionamiento, en el año 2002.
Madre de cuatro hijos: Marcos de 17 años, María de
16, Priscilla de 13 y Nataniel – de 33 años - hijo del primer matrimonio de su marido, a
quien ama como si fuera propio.
¿Cómo conoció
a Marcos, su media naranja?
Tenía 28 años cuando conocí a mi marido. Lo conocí
por intermedio de la Iglesia. En ese tiempo me gustaba un hermano de él, pero
nunca pasó nada porque faltaba esa química, pero cuando conocí a Marcos fue diferente a pesar que para
mi no era tan atractivo tenia algo
especial que me cautivo. Con mi marido, que es 9 años mayor que yo, fuimos amigos primero, hasta que un día me
encontré mirándome al espejo arreglándome más que de costumbre para salir con
él y me di cuenta que me gustaba en serio. De ahí pasó el tiempo y ya llevamos
19 años juntos.
¿Su primer
hijo nació en Viña del Mar?
Sí. Nació en Viña, pero no nada fácil, porque en
el hospital se demoraron demasiado en atender mi parto. Estuve varios días con
contracciones hasta que se decidieron a
hacerme una cesárea, en la que sufrí un ataque cardíaco. Por la demora en sacar
a mi guagua y como venía con el cordón enrolladito en el cuello, mi hijo estuvo
muy mal, con un pronóstico de muerte, estuvo en la UCI y cuando comenzó a
mejorar, los médicos me dijeron que si vivía él nunca sería normal. Con ese
pronóstico nos fuimos a Cochrane con nuestro hijo. Con el tiempo nos dimos
cuenta que los médicos estaban equivocados, gracias a Dios, porque mi hijo hoy
tiene 17 años y no tiene ningún problema.
¿Cómo fue la
llegada a la región?
Cuando Marquito tenía dos meses y medio de nacido
nos fuimos a vivir a Cochrane, porque allá vivían los padres de mi marido y
nosotros necesitábamos estar más tranquilos como familia. Con mis suegros vivía
Nataniel, el hijo del primer matrimonio de mi marido, y que hoy es mi hijo
también.
Tardamos siete días en llegar porque nos vinimos
por Argentina. Fue un viaje largo y agotador, encima nos quedamos botados por
allá hasta que pudimos arreglar el vehículo y seguir.
Yo no conocía Cochrane, pero cuando finalmente llegamos
me gustó, lo encontré bonito. Además que siempre quise vivir en un pueblo
chiquito, como de campo. Lo único que no me gustó fue el frío, porque era muy
intenso, nos acostábamos con mi hijo y marido para no pasar tanto frío.
¿Tengo
entendido que tiene un pasado muy deportista?
Fui doce años ciclista. La Iglesia Pentecostal de
Viña, a la que yo pertenecía, tenía un cuerpo ciclista y con ellos recorrí gran parte de Chile: por el norte
hasta Chañaral y por el sur hasta Puerto Montt.
Comencé a los 16 años aproximadamente. Nuestra
labor era ir a predicar a lugares alejados en bicicleta; además nos reuníamos
cada tres meses en alguna iglesia, y una vez al año se hacía un evento más
grande, en un lugar del país donde venían los ciclistas de distintas partes de
Chile y de Argentina. El viaje a dónde fuera la reunión lo hacíamos siempre en
bicicleta. Pasábamos hasta ocho horas pedaleando.
¿Algún hobby?
Ver películas con mi familia, comiendo cosas ricas y tirados en mi cama. Además canto: formé parte de un dúo desde los 15 años hasta que me fui a Cochrane; recorrí casi todo chile cantando siempre dentro de la iglesia, eso sí, toco la mandolina y dirijo el coro de niños de la Iglesia. No estudié música formalmente pero me gusta inculcar la música a los niños.
Recibimos a niños de toda edad, sean o no de la iglesia. En invierno, después de los ensayos, me los llevo a mi casa a tomar once, mientras ven alguna película de monitos.
¿Qué es lo que más le gusta de trabajar en la defensoría?
Que me siento útil a las personas.
A mi me gusta que la gente se sienta grata al entrar a la Defensoría y los puedo ayudar en el problema legal que tienen, y también - a veces - aconsejar. Yo veo que en Cochrane hay mucha gente con falta de afecto y que ha llegado a infringir la ley.
Como yo tuve una infancia difícil, eso me ha hecho entender que si algunas personas hubieran vivido en una mejor situación en su niñez, hoy no estarían como imputados. Por eso me gusta aconsejarlos y ayudarlos.
¿Qué sueño
tiene por concretar en su vida?
Yo no me veo fuera de Cochrane. Me gustaría que la
microempresa dedicada al hospedaje, que estamos formando con mi familia, se lograra consolidar y crecer con el
tiempo, de manera de que se transforme
en un centro recreacional de calidad,
con todos los servicios que podamos ofrecer.
Veo a mis hijos estudiando carreras que se
relacionen con este sueño, de manera de que sea una empresa familiar.
El otro sueño que tengo, pero para el que
necesitaría mucha plata, es tener un
hogar de niños y adolescentes porque veo que en Cochrane hay muchos niños a los
que les falta afecto. A veces los envían a hogares de menores en Coyhaique y
las familias no tienen plata para venir a verlos, entonces sufren.
Por mi experiencia de vida, sé que con afecto
cualquiera puede llegar a ser una buena persona.
Me gusta mucho la frase de Teresa de Calcuta que
decía “si ustedes no quieren a los niños, dénmelos a mí”. Yo siento eso. Sé que por la ley es muy
difícil, pero ante tanto caso de abandono me dan ganas de decirle a los padres
que abandonan o son negligentes, que si no quieren a sus hijos, me los den a mí
y yo los voy a querer.